Desde la trituración hasta la fundición, el reciclaje de residuos electrónicos es un negocio tristemente ineficiente y ecológicamente desastroso.
Antes de salir corriendo a comprar el nuevo iPhone 8 o X, detente un momento para poner las cosas en perspectiva. ¿Realmente necesitas esta versión actualizada? ¿Sigue funcionando bien tu antiguo? Sabes qué pasará con tu viejo teléfono?
Esta última pregunta es una de las que merecen un serio examen en estos días. A medida que se acelera el ritmo de rotación de los teléfonos inteligentes y las marcas de celulares en el olvido aumenta el número de personas que los utilizan, la cantidad de residuos electrónicos que se generan anualmente es alucinante. Cada año se venden 1.500 millones de teléfonos y se generan casi 100 millones de libras de residuos electrónicos tóxicos. Estas espeluznantes cifras pueden significar poco para los habitantes de las naciones norteamericanas y europeas más ricas, para quienes los teléfonos viejos desaparecen de la vista y de la mente, pero crean una realidad infernal para muchas personas de los países en desarrollo, ya que es allí donde suelen acabar los teléfonos viejos.
Un artículo enumera algunos datos impactantes sobre la vida posterior de nuestros teléfonos inteligentes. Una vez que un teléfono ya no se puede utilizar, ni hay mercado para él en otra parte del mundo, se envía a una planta de «reciclaje» para su trituración. El teléfono triturado se envía entonces a una fundición y se funde:
Unos pocos metales preciosos de las placas de circuitos, como el oro y el paladio, se recuperan del líquido fundido, pero la gran mayoría de los materiales se dejan quemar, liberando cloruro, mercurio y otros vapores a la atmósfera.
Pero no todo el oro puede recuperarse. Se calcula que el 11% del oro que se extrae anualmente se pierde en estas fusiones.
Los teléfonos que no se funden se envían a países en vías de desarrollo como Ghana, Pakistán, Afganistán y China, donde son desmantelados y quemados por vendedores particulares, «esencialmente cocinando las placas de circuitos impresos para extraer los metales que contienen».
Es un sistema absurdamente ineficaz, teniendo en cuenta los astronómicos costes medioambientales y humanos que conlleva la obtención de todos los componentes necesarios para poder deslizar el dedo hacia la derecha o hacia la izquierda en una pantalla.
El verdadero problema es que sigue siendo demasiado barato extraer metales y minerales preciosos. Hasta que a los fabricantes de teléfonos les cueste más conseguir material virgen que reciclarlo adecuadamente, este problema seguirá acechándonos y los fabricantes no priorizarán el diseño de teléfonos que puedan ser fácilmente desmontados y reutilizados.
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